1. La enciclopedia estaba en las casas en 10 o 20 tomos, junto al televisor de tubos catódicos.

Si tenía que hacer un trabajo en el colegio, buscaba en la enciclopedia; si se olvidaba quién combatió en la batalla de Ayohuma, allí estaba ella esperándolo.

Más tarde llegó la enciclopedia Encarta, que estaba disponible en CD-ROM. Poco a poco, fueron cayendo en desuso y hasta la Enciclopedia Británica dejó de imprimirse en 2012 para pasarse al formato digital.

2. Cuando iba de viaje tenía que localizar el mapa de carreteras, que generalmente se encontraba en un estado lamentable.

Desplegar el mapa también era un auténtico reto y, después, había que estudiar concienzudamente la ruta a seguir. Nadie le decía cuál era el camino más rápido ni más corto ni dónde estaban los radares.

3. Acudir al quiosco era todo un ritual, especialmente los fines de semana. No sólo compraba el periódico, sino también las revistas semanales y las historietas.

Las publicaciones se aprovechaban hasta la saciedad porque también servían para hacer recortables, collages y hasta manteles de papel.

4. Si se estropeaba el lavarropas, las llaves o el coche, tenía que recurrir a las páginas amarillas. Plomeros, cerrajeros, mecánicos… no era nadie si no aparecía en ellas.

También se consultaban las páginas blancas para buscar los teléfonos de particulares. Curiosamente, estas guías en papel se siguen utilizando y, actualmente, cuentan con millones de usuarios. Y gozan de buena salud en su versión digital.

5. Sin YouTube no quedaba más remedio que acudir al videoclub para poder ver las películas favoritas. Si quería ver de nuevo los videos de Madonna, Michael Jackson o Prince, lo grababa en cintas.

Se jugaba al Pac-man o al Tetris en soledad sin necesidad de “youtubers”. Tampoco se podían ver los dibujos animados cuando le daba la real gana si no cuando la tele los programaban.

6. No existía la piratería. A lo sumo se grababan los discos de las canciones favoritas que sonaban en la radio en gastados cassettes que se escuchaban una y otra vez.

7. En muchas casas había un diccionario o un minidiccionario de francés o inglés de bolsillo. Y si se iba de viaje había que llevárselo sí o sí.

8. Viajar era una odisea. Nada de sacar los billetes por Internet ni de encontrar los hoteles más baratos o apartamentos low-cost mediante Airbnb.

Debía ir en persona a la agencia de viajes para planificar sus vacaciones o acudir a las boleterías de la estación de tren o de la terminal de ómnibus de su ciudad.

9. Sin las cuentas de Gmail, se escribían cartas y hasta se enviaban postales. Tampoco faltaban las tarjetas por Navidad. Mirar el buzón era una tarea de obligado cumplimiento.

10. Si buscaba algo, tenía que salir a su encuentro. Nada de teclear palabras o personas en la computadora o en celular. Para localizar a la gente debía llamarla por teléfono y hasta se sabía los números de memoria.