Pasión, Talento y Vocación |
Martes, 09 de Octubre de 2012 11:31 |
Si me preguntasen acerca de un consejo sobre el mundo laboral, sería este: Dedícate a aquello que sabes hacer mejor. Apaláncate en tus fortalezas. No dediques ni un minuto a tus debilidades. Ya decía Dan Sullivan: «Si se dedica mucho tiempo en trabajar debilidades, se termina con muchas debilidades fuertes». Me decía en una ocasión un directivo: «Hay mucha gente condenada a la infelicidad laboral por no saber elegir bien». Y es que el talento necesita ser hospedado en su lugar para que explote y dé todo su potencial. De otro modo pasa desapercibido.
La gente de éxito son personas que han identificado cuáles son sus áreas de excelencia y concentran en ello todo su energía. El resto lo delegan, lo subcontratan o se buscan la vida para no tener que hacerlo. El lugar ideal para el talento es aquel que exhibe nuestras virtudes y disimula nuestras carencias. Todos tenemos talento pero cada uno para algo diferente, de lo que se trata es de aposentarlo allí donde pueda lucir. Como se dice en la excelente película Una historia del Bronx (1993), con Robert de Niro como director y actor: «No hay nada peor en esta vida que el talento malgastado». ¿Te imaginas a Iker Casillas de delantero centro? Fracaso absoluto. A menudo, la gente no consigue resultados excelentes porque está lejos de su verdadero potencial. La excelencia se da cuando confluyen talento natural y actividad profesional. De otro modo es difícil ser brillante. De lo que se trata es de hacer el mayor número de veces aquello que uno sabe hacer muy bien y el menor número de veces aquello en lo que uno no se siente cómodo. Ya lo decía Baltasar Gracián: «Cualquiera hubiera triunfado de haber descubierto su mejor cualidad». Desde mi punto de vista hay muy poca gente que desempeñe una actividad en la que se fusionan talento y actividad profesional. La pregunta obligada es: ¿Cuál es el motivo? Apunto algunas ideas: 1. Infravaloramos nuestras virtudes. A menudo no prestamos suficiente atención a nuestras virtudes, porque las ponemos en práctica de manera natural y entonces las restamos importancia, como si fuese algo fácil, y no es así. Eso lleva a que uno se fije más en las habilidades que no tiene que en las que tiene. Resultado: frustración. Vivir es elegir y elegir es descartar. No se pueden tocar todas las teclas del piano. Cada hora que se la quitas a aquello que sabes hacer mejor, no lo potencias. Y entonces te alejas de tu máximo y verdadero potencial. Y como apunta David J. Schwartz, autor de La magia de pensar a lo grande: «La competencia nunca está en los niveles de excelencia, está en los niveles de mediocridad». 2. Hay profesiones más glamourosas. Socialmente hay profesiones que son más cool, están más reconocidas, mejor vistas, y al final uno acaba cediendo a la "necesidad de aprobación de los demás" y opta por aquel camino que recauda más aplauso social. Cuando la moda es ser coach, allí van muchos; cuando lo que triunfa es ser Community Manager, eso es lo que muchos quieren ser; cuando lo que "mola" es Personal Shopper, la demanda de profesionales aumenta; cuando ser Cool-Hunter suena bien, aumentan los cursos ofertados... 3. Es fácil optar por lo cómodo. Apostar por tu talento es arriesgar. Es seguir, a lo mejor, un camino diferente al estándar, a lo habitual, al que la mayoría de la gente ha decidido. Y eso implica ser valiente. Siempre es más fácil optar por la decisión más conservadora que por la más arriesgada. Además, existen demasiados incentivos para optar por lo cómodo. ¿Y cómo saber cuál es mi pasión, mi talento natural, mi vocación? Hace unos meses atrás la periodista Paz Rosado (@pazgaro) me preguntaba para un reportaje cómo identificar aquello en lo que somos buenos y podemos marcar una diferencia. Te doy algunas pistas: 1. Presta atención a tus sentimientos. Fíjate de qué hablas y a qué dedicas el tiempo en tus ratos libres. ¿Deporte? ¿Moda? ¿Viajes? ¿Inversiones? Presta atención a los libros que lees, a los programas de televisión que ves, a las webs que sigues... En definitiva, qué temas te gustan y te hacen sentir bien. Los sentimientos son siempre un buen indicador de que aquello con lo que más conectas y sintonizas, un reflejo de tu yo más profundo con el que te identificas. 2. Presta atención a tus motivaciones. Todos tenemos diferentes tipos de motivaciones (conocimiento, seguridad, poder, servicio, reconocimiento, reto…) pero en cada persona adquieren una importancia distinta y siempre prevalecen unas sobre otras. ¿Lo que más te apasiona es el conocimiento? Las aulas probablemente es lo tuyo; ¿El reto es imprescindible en tu día a día? Parece que te atrae el mundo de los emprendedores; ¿La seguridad laboral es una necesidad en tu vida? La administración pública parece una opción; ¿Tienes altas necesidades de reconocimiento? Busca empleos con visibilidad social. Somos buenos en aquellas cosas que nos gustan y con las que nos sentimos más cómodos. Como se suele decir, «la cabra tira al monte». 3. Presta atención a tus habilidades. Formúlate algunas de las siguientes preguntas: ¿Prefieres estar en despacho o en la calle? ¿Trabajar en equipo o de manera más solitaria? ¿Necesitas libertad o directrices claras? ¿Cobrar por resultados o nómina muy segura? ¿La presión te motiva o te causa estrés? ¿Te gusta viajar o prefieres algo más reposado?...
Lo más importante es que seas honesto contigo mismo. No te engañes. Admite tus carencias y focalízate en aquello que sabes hacer mejor. Te lo pasarás bien, los destinatarios de tus habilidades se verán beneficiados, tendrás éxito y serás más feliz. Lo decía Herman Hesse: «La verdadera profesión del hombre es encontrar el camino hacia sí mismo». Otra cosa es desperdiciar tiempo y energía (ver 5 libros para descubrir tu vocación y pasión).
Fuente: http://www.franciscoalcaide.com
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